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‘emily en paris’ o la teletienda moderna. como la serie de netflix se ha convertido en un descarado escaparate para las marcas

Emily en París, la exitosa serie de Netflix, ha pasado de ser un fenómeno de entretenimiento a convertirse en un escaparate global para marcas de todo el mundo. Desde su estreno en 2020, la serie protagonizada por Lily Collins ha capturado la atención de millones de espectadores, pero lo que muchos no sabían es que detrás de sus brillantes escenarios parisinos y sus intrigantes tramas románticas, la serie está escondiendo algo mucho más lucrativo: una estrategia de marketing agresiva y bien orquestada.

La producción, que sigue a Emily Cooper, una joven ejecutiva de marketing que se muda a París para trabajar en una agencia de publicidad, se ha transformado en lo que algunos llaman la «teletienda moderna». Los productos de lujo, tecnología, moda y hasta perfumes, se convierten en protagonistas en la pantalla, a menudo en primer plano, en un despliegue tan evidente que a veces roza lo descarado.

En cada episodio, los espectadores son testigos de un desfile de marcas que van desde lo más exclusivo hasta lo más accesible, y no se trata solo de la ambientación. La protagonista, Emily, se convierte en una especie de «influencer dentro de la serie», mostrando productos con una naturalidad que raya en la publicidad directa. Ya sea un bolso de lujo de Louis Vuitton, una botella de agua de Evian o la última tecnología de Apple, los productos se convierten casi en personajes secundarios que compiten por la atención del público.

Este fenómeno no es casual. De hecho, Emily en París se ha convertido en un claro ejemplo de cómo el contenido de streaming está evolucionando en una era en la que la integración de marcas no solo es inevitable, sino casi esencial. Las marcas ya no necesitan anuncios convencionales, ahora tienen su propio espacio en las series y películas que consumimos, y Emily en París es el ejemplo perfecto de ello.

Los creadores de la serie han reconocido que la colocación de productos es una parte importante del financiamiento y del éxito de la producción. No es solo un intercambio de dinero; se trata de un acuerdo simbiótico donde la serie recibe apoyo financiero y las marcas ganan visibilidad global, todo mientras se mantiene la ilusión de ser una narrativa entretenida. En muchos casos, los acuerdos con las marcas incluyen no solo la aparición de sus productos, sino también el desarrollo de la historia en torno a ellos.

Para los expertos en marketing, esta estrategia es un ejemplo claro de cómo las marcas están evolucionando en su manera de conectar con los consumidores. En lugar de interrumpir la experiencia con anuncios, las marcas se infiltran directamente en las tramas, de manera que los espectadores asocian los productos con los estilos de vida deseados que los personajes representan. Y esto funciona. Los estudios demuestran que los consumidores confían más en las recomendaciones que provienen de un personaje al que siguen, que en los anuncios tradicionales.

Sin embargo, el excesivo protagonismo de las marcas en Emily en París ha generado críticas entre algunos de sus seguidores. Para algunos, la serie ha perdido parte de su encanto al convertirse en un escaparate publicitario. Si bien la historia sigue siendo atractiva, el desfile constante de productos hace que en ocasiones se pierda la magia de la trama en favor de la promoción de marcas.

El debate entre el entretenimiento puro y el marketing sigue abierto, pero lo cierto es que Emily en París está marcando una tendencia en el consumo de contenido de streaming. Las marcas están conquistando la pantalla de una forma tan sutil como efectiva, haciendo de cada episodio una nueva oportunidad para posicionarse frente a millones de ojos.

En un mundo donde el contenido es rey, las marcas han encontrado un nuevo lugar en el trono. La serie no solo nos muestra la moda parisina y la vida de una joven publicista, sino que se ha convertido en un fenómeno en sí misma, reflejando la nueva era de la teletienda moderna. La pregunta es: ¿quién realmente está viendo Emily en París? ¿El público ávido de una historia romántica o los consumidores atentos a las últimas tendencias y productos? La línea entre ambos parece cada vez más difusa.

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